Cuando algo te tenga preocupado, el primer remedio consiste en pacificar tu cuerpo: no te pasees de un lado para otro, torciendo las manos y golpeando la mesa.
¡Absolutamente!
Siéntate y trata de quedarte quieto por unos minutos.
Experimentarás que logras recuperar
gran parte de tu serenidad.
Permanece tranquilo, lo que más puedas,
y el problema se resolverá como por encanto.