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La muerte no existe. Si pierdes a un ser querido, no te desesperes: ten la seguridad de que no ha muerto.
Sólo cambió de estado y, tarde o temprano, lo encontrarás de nuevo. Por eso, no lo decepciones, huyendo de la lucha.
No pretendas ser superior a Dios: acepta lo que Dios ha querido en su sabiduría, y serás inmensamente feliz.
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