Cultiva la alegría a manos llenas.
La alegría no es ruido: es un estado de corazón de quien vive realizado.
La alegría brota desde el corazón de nosotros mismos, de la paz de la conciencia, del cumplimiento cabal de nuestros deberes, y vibra en nosotros a pesar de sufrimientos, calumnias e injusticias.
Sé siempre alegre y, cuando la tristeza amague encubrir el sol de tu vida, entona al Padre un canto de alabanza y de nuevo llegará la luz.
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